miércoles, 24 de septiembre de 2008

Ah! sí... por qué el deseo de la pestaña

Ese acto infantil que muchas veces nos sigue hasta adultos, formando un paréntesis en el correr del tiempo, el mundo se detiene para fijar la mirada y observar ¡tienessssss una pestaña en tu rostro! Resulta imperante hacer un acto ritual frente a este hecho que pocas veces volveremos a presenciar, no puede quedar así, ¡pide un deseo! Se dice mientras ponemos la pestaña en la punta de nuestros dedos índice y pulgar, apretando bien fuerte, simultáneamente el ‘otro’ cierra sus ojos o bien mira nervioso al infinito indagando para sí cuál es el mayor anhelo que una pestaña pueda presagiar, y cuando dice ¡ya! cabe la decisión que marcará el destino, ¿arriba o abajo? Si la elección coincide con el lugar en que está adherida nuestra revoltosa insurrecta desprendida ya de sus congéneres, será la alegría inesperada del día, dejándonos el alivio de un futuro asegurado, bueno y si no, ¡ah, no importa! Estas cosas son puras supercherías de la gente, ¡no confiaré mi destino a una pestaña! Pero ojalá que para la próxima me resulte.
Confiando en que la pestaña se encontró en el lugar predicho, son múltiples las formas en que ésta continúa su camino, algunas la soplan para que se confunda en el viento, otras deben entrar entre la camisa y la piel para asegurar que lo pedido se cumplirá, y las más simplemente se pierden o se botan.
Aquel acto, resulta ser un punto de confluencia de un yo observado con un otro que mira, un tiempo fuera del tiempo que nos permite detenernos para dejarnos interpelar por lo que está más allá. Nos recuerda que para que las cosas pasen, necesitamos desear, y para que el mundo gire necesitamos de la presencia del otro, descubrimos en este espacio una parada en el camino, una detención del tiempo para contemplar, reflexionar, desear y maravillarnos. Este blog aspira a ser esta instancia de encuentro donde plasmar aquellos momentos en que parte del mundo se nos abalanza exigiendo ser mirado, pensado y repensado. Desear, finalmente, es aquello que nos mueve, a todo nivel, aquello de lo cual quedamos prendados, volviéndose maravilloso cuando nos detenemos a fraguar qué hay en él que nos moviliza o más bien qué hay en mí que me hace sentido. Pero claro, debe ser pa’ callao porque de otro modo no se cumple, así como un mal sueño no se debe contar antes de las 12:00hrs.pm. Así que de aquí no sale[1].De esta manera, el blog invita a manifestarse, a ser un alto en aquello que ha fijado nuestra atención, tratando de dejar un poco de lado el miedo a parecer cursi, porque lo somos, tal vez nos fuimos al otro extremo, por no querer serlo hemos internalizado el desinterés como una coraza protectora ante la mirada ajena. ¡Pasémonos a caca![2] Pero que no hieda, algo así como mierda[3] con olor a lavanda. La idea no es transformarse en el diario de Hello Kitty[4] escribiéndole al “querido diario lo que sentí hoy al verl@”, pero, bueno, seamos flexibles, por qué no, aquí ¡no descriminamos! si Hello Kitty[5] quiere participar no le negamos la entrada. Así, declaramos la bienvenida a todas las pela´s de cable que quieran hacerse presente en ‘El deseo de la pestaña’.
[1] Seguro
[2] Ya se nos soltaron las trenzas
[3] O popo, para no herir sensibilidades más finas.
[4] Sin ofender a sus fans.
[5] Sí, la que tod@s llevamos dentro.

martes, 16 de septiembre de 2008

Temores de principiante

El gran temor a la hoja en blanco, no sé si aterra tanto por lo difícil que puede resultar expresar una idea o por el miedo a la mirada crítica, siempre crítica, del LECTOR. Ya son muchos[1] los que le han escrito ha este temible personaje con frases como ¡sí, tú lector que lees estás líneas en este preciso instante! Que coartas mis palabras al momento de escribir, haciéndome pensar cómo decirlo, cuál es la mejor forma para que me entiendas. Volvamos mejor a la tercera persona, lugar seguro para un escritor[2] que no quiere hacer tan evidente al posible receptáculo. Resulta difícil sincerarse frente al miedo de la mirada del otro sobre mí, ese otro por el que uno es cohibido, sin que este tenga, muchas veces, la más mínima idea de su poder, pues no es ejercido a plena voluntad. Desde el punto de vista del escritor es un miedo al futuro, a lo que pasará cuando el primer impulso a la comunicación se complete, y seamos leídos. No puedo negar que me resulta igualmente atrayente este dolor de “guata”, si no fuera así la hoja seguiría en blanco[3], la expectativa del ¿qué le pareció?, ¿le habrá gustado o no?, ojalá que sí, o en realidad no, porque lo hice para que le disgustará y me discutirá ¿se habrá cumplido mi propósito?... ¿Cómo saberlo? A través del mundillo del 2.0 se nos presenta una posible respuesta, el blog permite la más temible de todas las experiencias, que algunos no habrán conocido en su vida de narradores, LOS COMENTARIOS uhhhhh suena terrorífico, y a su vez inexplicablemente atrayente, saber que uno no resulta indiferente al resto da alimento para otro capítulo, o más bien para una nueva “update”.
Por otra parte, es imposible no manifestar el posible poder que tengo sobre ti, lector, (me resulta entretenido esto de ¡nombrarTE a TI!) donde lo que diga pueda activar una zona inexplorada que te haga estar de acuerdo conmigo y creerme o, por su puesto, todo lo contrario. Poner a flotar en el mundo una idea es plantearse desde un lugar, una posición desde la cual uno habla, desde donde TE hablo, trato de persuadirte aunque mi aspiración inicial sólo sea la “necesidad de expresarme”, y a través de ella develo, así como también oculto, parte de mi horizonte de sentido, de mi historia, o sea de mí[4]. Escribir finalmente se vuelve un reto, temiblemente exquisito, extremadamente atrayente, difícil de evadir, pero también de realizar. Si gusta o no se verá con el tiempo, por ahora me conformo con saber que me atreví, así como muchos ya lo han hecho y otros lo harán, en la inmensidad finita[5] de esta red virtual. Ya ¡Digámoslo! Sí sé que esto es el parche ante la herida, porque si vamos a partir empecemos genuinamente, dentro de lo que se puede, mostrando nuestros miedos... bueno, y este es el mío... ¡tú!.

[1] A los cuales yo no pretendo llegarle ni a los tobillos
[2] En sentido genérico, más allá de quien hace de esto su profesión, estimando que todos somos potenciales escritores desde nuestras posiciones.
[3] O del color que guste el consumidor
[4] Eso suena como la imitación de Kramer al conductor del programa ‘La Ley de la Selva’
[5] ¡Sí! Finita, yo pensaba que no lo era, pero tiene una capacidad determinada que computines se encargan de ver como se amplía, cuyos datos van a parar virtualmente (como el 90%) a un lugar de gringolandia. ¡Cuático! Pensar que algo que uno cree inabarcable tiene un sustrato un poco más aterrizado, que igualmente no entiendo y por lo mismo me parece casi numinoso ( ya, bueno, un poco menos cuático).